Entre los viajes y los antibióticos acabé la semana agotado. El lunes, cuando sólo me quedaban tres pastillas y el oído seguía taponado, pasé otra vez por el hospital de Camarones. Ese día se había incorporado la doctora, su sustituto me atiborró de antibiótico sin resultado, ella recomendaba que fuese de urgencia al hospital de Trelew, pero como ya no había colectivo hasta el miércoles y no sabía si alguien me llevaría, aconsejó que entre tanto aspirase vapor y soplara sin soltar el aire. Con eso, tras varios intentos, se me destapó el oído después de casi dos semanas.
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El martes decidí marchar a Comodoro, acudir a un otorrino y seguir viaje. Para ir en autobús a esta ciudad desde Camarones es necesario volver a Trelew, otros 260 kms al norte para luego hacer más de 500 hacia el sur, merecía la pena esperar a que alguien me llevara. Llegué el jueves por la tarde con uno de los armadores que frecuentan el hotel, fui directamente a la clínica llamada Sociedad Española (la que me aconsejaron, sin nacionalismos) y al día siguiente me vio la “otorrina” (como la llamó una enfermera) diagnosticó una otitis y me recetó una inyección de corticoide más otras 3 tomas de un antibiótico potente.
Ese día, viernes, además de la visita médica lo pasé dando vueltas por Comodoro, la ciudad petrolera del país, sin ningún encanto especial.
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Al comenzar el siglo XX se fundó la pequeña población a partir de una estancia, pero en 1907, perforando un pozo en busca de agua, escasa en la zona, apareció petróleo y cambió en pocos años la vida del lugar. Hoy es la ciudad más habitada del sur argentino. La llaman la capital del viento, aunque por suerte no me tocó. Hay bastantes militares (los de la foto están en pleno centro, junto a la iglesia, como tantas veces sucede) y tiene un puerto importante al que no me dejaron pasar. Pregunté si podía acercarme a otro estrecho dique que hay enfrente, lleno de aves marinas, y mi informante dijo que ni se me ocurriese
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porque están anidando y me atacarían, así que tuve que contentarme con verlas desde lejos.
Esa noche estaba cansadísimo cuando me subí al ómnibus que me llevó a Río Gallegos. Además, no era tan cómodo como en el que viajé a Madryn, hay bastante diferencia entre lo que llaman coche cama y semi-cama. Al principio el trazado de la ruta va en paralelo al mar, y durante un buen rato disfruté de los ¾ de luna que se alzó por su horizonte. Después dormí profundamente hasta que, al abrir los ojos sobre las 4, observé que viajábamos bajo una recia tormenta de agua y viento, sobre una carretera llena de baches y sin ninguna línea marcada. No es que llevase miedo, pero ya no pude dormir aunque lo intenté. Se veía impresionante desde mi asiento encima del conductor (ya siempre pido esa plaza, que por lo visto es la que menos quieren ocupar).
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Hicimos muchos kms de tormenta, pésima carretera y ni una población. Es inevitable pensar que en un accidente por estas zonas sólo puedes confiar en la suerte, porque cuando llegases a un hospital habrían pasado muchas horas.
Entré en Gallegos cuando amanecía y decidí tomar el último transporte a Punta Arenas, a las 13 horas, para que me diese tiempo a ver un poco la ciudad. Me habían dicho que es fea y sin embargo me gustó. Tranquila, llena de casitas bajas de agradable arquitectura, con las fachadas blancas o crema pero con los techos de chapa pintados en colores llamativos.
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El taxista que me llevó a la ría es porteño y charlamos desde que me subí. Me contó que había emigrado porque allí se gana el triple que en la capital, te gastas menos y al final haces más vida social al encontrarte fácilmente con la gente que conoces. Caminé un rato, no paraba de lloviznar, el típico calabobos que como es lógico a mi también me empapó. Cuando llegué al centro pasé delante de una empresa dedicada a la producción visual, vi a un barbudo dentro y me metí. Pasé las dos horas siguientes charlando con él, dueño del negocio, y viendo algunos de sus trabajos. Fue un tiempo interesante y quedamos en que lo visitaría cuando pase otra vez por Gallegos camino del norte.
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La geografía de esta zona cercana al estrecho es un poco diferente. En el suelo hay más brotes de hierba y muy poco matorral. Su horizonte ya no es tan “horizontal” como más al norte, donde los 360º son una línea recta, como si estuvieses en una balsa en medio del mar. Siempre pensé que el Estrecho de Magallanes era todo él mucho más estrecho, pero la Tierra del Fuego se ve bastante lejos. Pasar fronteras en autobús es siempre una pesadez, papeleo, baja y sube equipajes… En una de las paradas atravesó con parsimonia un zorro delante de la gente y los autos. Después vi muchos carteles por la ruta que pedían protegerlo, en cambio apenas se veían ovejas sueltas por el campo, la mayoría estaban encerradas juntas en espacios cercados. Supongo que si se protegen a los zorros no queda más remedio que proteger también a las ovejas.
Llegué a Punta Arenas una hora antes de anochecer, sábado. En la Terminal hay unas cuantas personas que te abordan para llevarte a su hostal. Dejé que me llevase un joven que me convenció, con el argumento de que era un sitio muy tranquilo y lo tenía casi vacío. Al llegar no había nadie, me dio las llaves de dos candados, uno de la verja de entrada y otro de mi habitación, y se fue. Al rato salí sin que hubiese nadie, busqué un cajero donde sacar dinero chileno y volví para pagar. Seguía sin haber nadie.
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Salí a dar un paseo y al volver estaba la madre del joven. Dijo que me comportase como si estuviese en mi casa. Anoche al volver no vi a nadie, ahora llevo unas horas escribiendo esto en una salita y creo que me han vuelto a dejar solo. Es como una casa de familia pero en hostal. Anoche, cuando salí a cenar, me encontré con la casa de España y un cartel que decía Tasca. Entré con la intención de comer algo y me encontré con que una coral daba un concierto de canción española. Toda la 2ª parte eran Zarzuelas típicas madrileñas y llegué a emocionarme un poco. Al hablar con un descendiente me presentó al Vicecónsul de España y al presidente de la Sociedad Española. Por como me presentó, entendieron que quería hacerles una entrevista y me citaron hoy a la salida de misa, pero no tengo ganas de acudir.
Bueno, ya está bien, hoy me he puesto más rollo que de costumbre, pero lo mismo que esto va por semanas también va por días, y los hay espesos. No puedo con una palabra más y supongo que tú tampoco.