Un dato de las distancias en Argentina: Bariloche y Mendoza son dos ciudades situadas más o
menos en el centro del país en cuanto a paralelos, pero están separadas por unos 1600 kms y el viaje en autobús alcanza las 19 horas. Supongo que es la distancia la aproximada que hay entre Madrid y Ámsterdam y a poca gente se le ocurre hacerlo por tierra para pasar una semana. En el viaje fui conversando bastante tiempo con un hombre que vivía en Bariloche y viajaba a la fiesta de un familiar en Mendoza, donde pensaba pasar tres días. Como hacer ese recorrido en avión le sería más complejo, caro y escalonado, no tenía más remedio que dedicar en esos 5 días de vacaciones 38 horas al viaje.
Llegué a Mendoza poco después de amanecer el martes. Como aún
no había visto el comentario de Marta aconsejándome hotel elegí uno en la guía con el nombre de Rincón Vasco, no porque pensase que con esa referencia me sentiría más en “la patria,” pues no pregunto por el dueño, que seguramente lo compró hace poco ya con ese nombre o es el nieto del emigrante que lo fundó…, y en cualquier caso me importa poco. Lo que me atrajo en esta ocasión, aparte de la ubicación y las características, es que la guía decía textualmente: “en la planta baja, bar de clientes habituales ideal para intentar una inmersión en el ambiente local.” El bar en cuestión se llama Mediterráneo, tiene wi-fi y una decoración con solera.
Mejor que las habitaciones del Rincón Vasco. Esa noche me pasé a cenar algo y a escribir de paso unos correos. Pensaba irme a dormir muy temprano (pues aunque el ómnibus anuncie cama no se duerme gran cosa). En esas estaba cuando el camarero me trajo una nota en la que, de una mesa lejana a la mía, me invitaban a una tertulia literaria que celebran allí los martes. Cuando terminé los correos me uní a la tertulia y pasé una de las veladas más singulares de este viaje. Al final me acosté cerca de las 2. Aun así, el miércoles hice lo que había previsto: fui al Aconcagua. L
o imaginaba más cerca de Mendoza, hasta pensé que se veía desde la ciudad, pero la entrada al Parque por el que se accede está a 170 kms, unas 4 horas en colectivo. De hecho la cordillera misma está un poco lejos de la ciudad, y el Aconcagua, aun siendo la cumbre techo de América, no se deja ver fácilmente, incluso desde la entrada del parque no lo llegas a ver por entero, hay que caminar. En verano hay una pista asfaltada que permite a los turistas acercarse en vehículo al mirador, pero ahora está cubierta de nieve. Había un estrecho sendero con la nieve pisada, incluso por raquetas, pero en cuanto sacabas un pie de ese camino se hundía hasta la rodilla.
Llegado a un refugio la senda se ablandaba y la nieve te engullía, pero en mi afán de alcanzar el Aconcagua seguí caminando, hasta caer exhausto a unos 2000 metros…, de la carretera. Una paliza para mi edad. Y encima esa noche había quedado con una mujer de la tertulia que me proponía hacer una grabación a un amigo suyo que es payaso, profesional, no como otros que lo hacemos gratis. Ya suponía que no tendría sentido grabarle ahora porque hasta dentro de varios meses no tendrá un espectáculo armado, pero estuvo bien esa simpática reunión, aunque significara acostarme otra vez tardísimo.
Con ese empecinamiento estresante del turista, que quiere realizar todas las actividades posibles y acaba más agotado que cuando trabaja, me había propuesto subir a esquiar dos días a una estación llamada Penitentes, cerca del Parque Aconcagua, por lo que me levanté a las 5, apenas 3 horas después de haberme acostado, para subir en el primer autobús y no perder todo el día. Ese jueves apenas esquié poco más de 2 horas, entre el cansancio acumulado, las ganas de desfogarme nada más empezar y que una bota me aplastaba el empeine no pude aguantar más.
Al día siguiente decidí sacar también el bono de medio día, pues tendría suficiente con 4 horas de esquí y, además, aquí los remontes salen tan caros como en España y yo ya cuento en pesos argentinos.
Ese día, viernes, me sucedieron dos anécdotas que no pensaba contar, por pudor y vergüenza, pero al ser las dos más divertidas de la semana he decidido animarme. La primera sucedió en las pistas. Había coincidido en la silla con una mujer, buena esquiadora, y le pregunté por una pista complicada que no bajaba nadie aquel día. Después la encontré al borde de esa pista sobre un camino que llevaba a una zona más cómoda, y me dijo que ya había bajado ella aunque requería un nivel alto.
Quise demostrarle que yo lo tenía y me lancé sin pensarlo, pero el peso de la vanidad me hundió en la nieve al segundo giro y salí disparado cabeza abajo. Rodé varios metros y resbalé otros tantos, por una pendiente tan empinada que temí no parar hasta la base. Cuando al fin me incorporé vi a la mujer, unos 30 metros arriba, que estallaba en una sonora y humillante risa mientras se alejaba por el cómodo camino. La segunda anécdota sucedió en la noche. Puesto que en las pistas los hospedajes son caros fui a un hostel, de habitaciones compartidas, y me dieron una de cuatro
camas en dos literas. Como hay todavía poco turismo invernal, y menos en Penitentes, la primera noche estuve solo y parecía que la segunda pasaría lo mismo. Eran casi las 10 de la noche, leía en la cama decidido a dormir pronto cuando tuve ganas de soltar un pedo y, como estaba solo, no me corté. Pero… ¡Oh! ¡Mierda! (Expresión muy acorde con la situación). Lo que esperaba fuese un ligero tronido se convirtió en una erupción densa que resbalaba por las grietas de los calzones. Corrí al baño y, mientras reparaba el desastre a toda prisa, sólo p
odía pensar en que llamaran a la puerta en ese momento con tres desconocidos que venían a ocupar las camas libres. Por suerte no sucedió, apenas me tocó aguantar una hora más de lectura mientras las partes lavadas de las sábanas se secaban sobre un radiador. Y menos mal que nadie vino a compartir habitación, pues hice unos cuantos viajes de urgencia al baño hasta que, pasada la medianoche, eché mano al botiquín para tomar un antidiarreico que me hizo un tapón durante dos días. (De esto no hay fotos ilustrativas, aunque el color de las montañas lo recuerde).![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgknx6LaglErfXjCmAD3blaMpZ3uIwgpluydDNlIXfvkSbx87cmv5Mi718xv1eliVAqIPLAs1Nn8iQufzXdMGNziyK2LuFURaVcGUFTqEDWji1smFpuuC1RWhraVxd90K15Nami2gV99qk/s200/P1030070.JPG)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinL1K75KkCvyr6BpRKqXlH8HRV4_s-NyA0p_OKk2082N2tAqE4yVC4d8WADvbC7sKDSgdrO_ElXE9KBP4ZFWlyyI2ablRouZgdQxQj2ffd12yoQx-CxE5GJeeLOZQgxGM2Aw3iVpmXIqw/s200/Mapa+6.bmp)
Llegué a Mendoza poco después de amanecer el martes. Como aún
Ese día, viernes, me sucedieron dos anécdotas que no pensaba contar, por pudor y vergüenza, pero al ser las dos más divertidas de la semana he decidido animarme. La primera sucedió en las pistas. Había coincidido en la silla con una mujer, buena esquiadora, y le pregunté por una pista complicada que no bajaba nadie aquel día. Después la encontré al borde de esa pista sobre un camino que llevaba a una zona más cómoda, y me dijo que ya había bajado ella aunque requería un nivel alto.
Un inciso para afirmar que el valle del río Mendoza es uno de los parajes de montaña más hermosos que he visto nunca, con una gama de colores que es imposible registrar en una cámara. Y eso que desde la carretera no se ve toda la inmensidad de las cumbres, como demuestran las fotos desde abajo y arriba de Penitentes.
El sábado volví a Mendoza porque otra de las mujeres de la
tertulia me había propuesto acompañarla a una fiesta privada de artistas mendocinos, donde hubo (cómo no) asado, vino y buenas conversaciones. El domingo propuso mostrarme algunos sitios de la ciudad: agradable, de calles muy arboladas y con muchas terrazas que se ocupan en estas fechas porque hace clima primaveral en pleno invierno (aquí en la ciudad es muy raro que nieve pero también lo es que haga ahora este calor).
Por cierto, después de los dos días de esquí parezco el “tomate enmascarado”. Como el paseo y la conversación duraron bastante me he retrasado un día con el aporte. Vaya la excusa en el haiku semanal.
Sol primaveral
Disculpa renovador
Mis compromisos
El sábado volví a Mendoza porque otra de las mujeres de la
Sol primaveral
Disculpa renovador
Mis compromisos
5 comentarios:
Me han preguntado por correo cómo conseguí salir de aquella pista escarpada. Voy a contarlo aquí por si alguien más tiene curiosidad. Trepé unos 10 metros por la pendiente, a cuatro patas porque me iba para abajo, metido en la nieve hasta las rodillas y a veces hasta los codos, recogí por el camino: un bastón, el último esquí que me saltó, las gafas de sol y el primer esquí que perdí al caer. Con todo el equipo recuperado me faltaban aún unos 20 metros para llegar al camino. Al principio pensé que lo mejor era subir a pie, sobre todo por ponerme los esquís, pero remontar esa distancia con todo el equipo en las manos, con nieve dentro de las botas, con las piernas doloridas..., era peor que intentar bajar la pista. El problema peliagudo era ponerse los esquis en esa pendiente, pero como en el intento fui haciendo un hoyo a mi alrededor, finalmente lo complicado fue salir de aquel agujero sin perder el equilibrio. Luego ya no me caí, en realidad esa fue la única caída en los dos días, memorable eso sí, pero cuando llegué abajo de esa pista tuve que reponerme moralmente para querer seguir esquiando. La pista estaba rompe piernas, con una capa superficial helada que a esa hora, ya más blanda, se quebraba y te enterraba en la nieve, por lo que no era fácil mantener el equilibrio. O sea, que tuve incluso suerte.
La mujer fué un poco hija puta, podría haber ido a ayudarte...El otro día fuí a Antena y pasé por el camino por el que patinamos, ¡ése sí que era seguro! Besos
Hola!!! Me encantó tu relato.Vivo en Mendoza,pero soy porteña.Aún no sé como llegué a este blog,pero valió la pena leerte.Un saludo.
Sil
Y nosotros creyendo que eras un experto esquiador después de verte en Xanadú, pero te ponen una pista de verdad y mira...
Besotes. Babs
He llagado por fin a tu página.
También al dar la vuelta en la esquina de mi casa, después de tu partida, se me rompió por otra causa el corazón.
La luna entera, llena, asomó más solitaria que yo.
Luna llena hablamos los otros días. Que bueno. Ella te está acompañando en este momento.
Es bueno tanto humor en tu blog, divertido y además gracias por tenerme presente. Aunque yo no soy la del payasito pimientito. Porque también como vos, al trabajo de payaso, lo hago gratis.
Un beso eterno.
Recordá tus promesas. Cuidate. Acá estoy siempre.
Hasta el lunes por estos lados.
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