domingo, 29 de junio de 2008

El Bolsón, San Carlos de Bariloche

Estas dos ciudades son casi míticas para muchos porteños, aunque por motivos distintos. El Bolsón es la ciudad de los hippies, y Bariloche la ciudad de los viajes fin de curso y las lunas de miel. Las dos están muy cerca, menos de 200 kilómetros, y mucha gente aprovecha para visitar ambas en el mismo viaje. A El Bolsón empezaron a llegar hippies a finales de los 60 y formaron comunas en armonía con la naturaleza. Después, a mediados de los 70, llegaron también algunos que preferían desaparecer antes de que los militares los desapareciesen. El ambiente de esa población se siente aún por las calles, y el slogan municipal: “aquí lo mágico es natural,” es una muestra de la visión de sus habitantes. Luego ha seguido llegando gente joven que busca una vida diferente. Los primeros que veo es en el colectivo que me lleva desde Esquel. Suben unos 50 kilómetros antes de llegar a El Bolsón, dos parejas jóvenes con varios niños muy pequeños. Ellas de rasgos indígenas, ellos europeos; uno habla incluso con un fuerte acento, quizás de alemán. Los niños son el paradigma del mestizaje. Cargan suciedad de meses, seguramente desde el verano, y parecen muy pobres, pero con ese orgullo de quien lo ha elegido porque es el resultado de una forma de vida, aunque no significa que no quieran vivir mejor. Los hippies pioneros provocaron el crecimiento del lugar y casi todos lo aprovecharon, hoy son los dueños de una buena parte de las infraestructuras turísticas.
Quiero hacer una larga caminata por los alrededores. El martes salgo temprano, las nubes están bajas y lo tapan todo. Voy por una montaña con varios miradores desde los que no se ve nada. Al menos consigo ver “La cabeza del indio” en un paraje así llamado. Luego desciendo por un bosque hasta la “Cascada escondida”. Ya he caminado bastante, pero sigo, quiero llegar hasta el museo de minerales patagónicos que me indicó Rafael en uno de sus comentarios de hace varias semanas (¿o son ya meses? Tengo la sensación de que hace un par de años que pasé por Buenos Aires). Camino por una ruta de ripio que se adentra en el bosque. A los lados hay pequeñas estancias y quintas de los antiguos “hippies.” Seis kilómetros antes de llegar al museo pasa un camión maderero que me acerca. El conductor es natural de aquí, me cuenta de cuando empezó a cambiar la población y de cómo les afecta el cambio climático. El museo, Iaten k´aike (donde viven las piedras) es un fiel reflejo de los pobladores que llegaron en los 70, lo mismo que el matrimonio fundador. Es un sitio conocido, pues en el rato que paso ahí llegan varios visitantes y no está en una zona de paso. Los minerales están expuestos sobre raíces de árboles que a veces son más curiosas que las mismas piedras. Llama la atención el esfuerzo y cariño que le han puesto a su proyecto. De vuelta me acercan unos visitantes del museo, pero hasta un cruce desde donde me toca caminar aún bastante, ya sin fuerzas. Al día siguiente estoy tan cansado que apenas me muevo por el pueblo. En la noche asisto a una charla en la biblioteca municipal, como introducción a un taller que dará un joven psicólogo de larga barba y aspecto hippie. El taller trata de la respiración holotrópica, para acceder a “Estados Ampliados de Conciencia”…, muy propio de El Bolsón.
Ese jueves viajo a Bariloche. Llevo tantos años queriendo venir a este lugar que, como suele suceder, me ha decepcionado. No el emplazamiento, que conocía por fotos y es espectacular, al borde del gran lago rodeado de montañas, pero sí la ciudad que es fea y destartalada, con edificios de todo tipo, algunos horrendos al lado de otros típicos. En la plaza principal, lugar de interés fotográfico, algunos fotógrafos adiestran perros San Bernardo para hacerles fotos junto a los turistas. Eso y las fondues en algunos restaurantes lo hacen para mantener la tradición de que ésto es la suiza argentina. Ahora casi todo el turismo es nacional, y llama la atención que los grupos de estudiantes llevan todos el mismo traje de invierno, en unos casos porque se los dan así en las agencias o los alquileres, y en otros casos porque se los confeccionan antes de venir, y en la espalda llevan escrito: Egresados 2008 3º B Miramar (o el nombre de su instituto). También se ven muchas parejas de recién casados con el mismo traje de esquí, pero esos es porque se lo compran idéntico para mostrarse por ahora muy unidos. Cuando llegué hacía mucho viento, el lago estaba tan agitado como un mar en tormenta y hacía bastante frío. Por eso me sorprendió cuando vi dentro del agua a dos deportistas (no sé si aguerridos o simplemente locos) que navegaban por el lago con una tabla de windsurf y otra de kitesurf (si amplías la foto verás los dos puntitos) El clima no ha cambiado en estos días, aunque es posible que hoy esté nevando arriba. De momento, subí el viernes a la estación de esquí y sólo hay un poco de nieve en la parte alta, donde han abierto un par de pistas. Mañana lunes he quedado para verme con un instructor de esquí (que trabajó en Andorra) con quien he contactado a través de unos amigos. Vive en Villa la Angostura, a unos 75 kms de aquí, y me ha invitado a pasar algún día en su casa y su ciudad, que es más pequeña que Bariloche, pero también todos aseguran que más bonita. He sabido que en España hace ya mucho calor, aquí en cambio hace mucho frío y sólo falta que nieve. Esta semana mi haiku es como una cancioncita infantil que desea ese acontecimiento.
Capa de nieve
Cubre a los enanos
De Blancanieves

domingo, 22 de junio de 2008

Los Antiguos, Esquel, Cholila

Dicen que el nombre de Los Antiguos hace referencia a que allí se retiraban para morir los antiguos indios tehuelches. No tengo claro si esperaban a una muerte natural o si la provocaban, por inanición o congelación, como hacían los ancianos en algunas culturas antiguas. De cualquier forma es un buen lugar para retirarse: a orillas de un gran lago, rodeado de altas montañas, con un clima propicio para ricas frutas (como recuerda Hernán en su comentario). Famoso por sus cerezas, fresas (que aquí llaman frutilla), frambuesas… Los pueblos de la zona andina están llenos de álamos, los plantan como lindes de caminos y fincas. En éste es particularmente llamativo y, desde una vista general, el pueblo queda tapado por los árboles. El lunes preferí marcharme por la noche (mejor llegar al amanecer que demasiado tarde para buscar hospedaje), y como tenía tiempo de sobra caminé (bastante) hasta una montaña, mirador natural del pueblo y el lago (desde donde hice estas dos fotos). Una vez allí seguí por el sotomonte en dirección al cordón montañoso. Al volver había un automóvil (podían llegar) con dos matrimonios y dos niños de unos 5 años. Me vieron desde lejos y supuse después que los niños preguntaron quién sería, y que para darle más emoción alguno de los padres debió decirles que era un indio tehuelche que venía de las montañas, porque, cuando llegué, los niños me recibieron con esos alaridos entrecortados que reconocemos como grito de guerra de todos los indios americanos.
No soy tehuelche pero ahora parezco un indio trashumante. Como un etnógrafo escribió de los yaghanes fueguinos “se sienten felices y gozan de paz interior solamente cuando se trasladan”. Siempre parecí, sobre todo por fisonomía, más bien gitano. Este martes me encontré con un grupo de ellos en la Terminal de Comodoro (donde llegué antes de amanecer). Me llamó la atención que la única diferencia con los chamarileros que se ven en España es el acento. Cargaban con bastantes hatillos, niños y griteríos. El más mayor del grupo, viendo la expectación que causaban, les gritó: ¡Vayamos con orden, que parecemos gitanos! Rieron la gracia del jefe y se fueron con el mismo griterío. La verdad es que prefiero ser confundido con un tehuelche, soy más cazador que comerciante o saltimbanqui. El caso es que ahora necesito moverme, más aún una vez descartados los objetivos que me llevaron a permanecer más tiempo en otras poblaciones del camino.
El autobús que me traería a Esquel salía también de noche. No era plan de pasar todo un día en Comodoro, que ya conocía, y decidí avanzar hasta Sarmiento. El camino es la misma estepa patagónica de siempre, sólo que en esta zona plantada de bombas extractoras de petróleo. En Sarmiento hay lo que llaman un bosque petrificado, pero no me atrajo lo suficiente como para quedarme allí una noche y pagarme un taxi que me llevase a mí solo, porque como ahora no hay ningún turista tampoco hay ofertas para ellos. Vi una colección de fotos del sitio, muy árido y con algunas rocas por el suelo que en realidad son antiguos troncos. Preferí caminar 5 kilómetros hasta el río Senguer, ver el atardecer, observar la luna casi llena y hacer tiempo hasta las 12 que pasaba mi ómnibus con cama.
No pude aprovecharlo apenas, me costó dormir y llegué a Esquel a las 6´30, por lo que después de desayunar en la Terminal me fui a un hotel a dormir hasta la tarde (llevaba dos días caminando mucho y durmiendo muy poco en autobuses).
Esquel es la ciudad argentina que se vio más afectada por la ceniza del volcán Chaitén (La ciudad de Chaitén, Chile, informan hoy que no podrá ser habitada durante dos años). Hoy en día, aunque ya no toda la población va con mascarilla, tiene todo una pátina blanca que aumenta diariamente. Para colmo no llueve, por lo tanto tampoco nieva. Aunque ya hemos entrado oficialmente en el invierno austral, la estación de esquí que hay en Esquel no ha podido abrir todavía. Una lástima, porque traía un contacto con el director de la escuela de esquí, y me habría gustado esquiar con él, pero además anda en Bariloche mientras aquí no abran. Llama la atención en esta ciudad los carteles tallados en madera que hay sobre las aceras. En la foto se puede ver todo junto: un cartel, una carretilla llena de ceniza y una de las montañas sin nada de nieve. Hay carteles con tallas muy trabajadas...
Aparte de pasear bastante por la ciudad, a pesar de que la ceniza flota aún en el ambiente, este sábado fui de excursión a una pequeña población llamada Cholila. La intención era conocer el Parque Nacional Los Alerces, con sus árboles milenarios, pero como no hay nada de turismo… (Finalmente, cuando quiero ser turista, acabo echando de menos que sea yo el único). No tuve más remedio que viajar en una furgoneta de transporte regular que atraviesa el Parque. Al no haber ahora ningún servicio, ni nadie, me desaconsejaron quedarme en cualquier sitio del bosque hasta que volviese a pasar la furgoneta 6 horas después, por lo que seguí hasta Cholila. Cerca de esta población vivieron los bandoleros Butch Cassidy y Sundance Kid durante los 3 años que consiguieron estar en paz como ganaderos patagónicos, luego fueron descubiertos y volvieron a las andadas. Todavía existe su cabaña, pero vi fotos y, aparte de no destacar en nada, está medio en ruinas. Estuve tentado de caminar 7 kilómetros para verla, pero dijeron que podía perderme y opté por caminar 5 hasta uno de los lagos. A toda esta zona se le llama la Región de los Lagos, hay muchísmos y muy variados en tamaños y colores. Por suerte la vuelta a Esquel (cuatro horas ya de noche) se me hizo corta por la animada conversación que mantuvimos los dos únicos pasajeros con el chofer y su esposa.
Todavía continúa el paro de los agricultores (más de 100 días) pero la gente de por aquí no habla mucho del tema, o más bien sólo dan su opinión los que están claramente en contra del gobierno. Tampoco se nota por aquí el desabastecimiento y parece como si pasara en otro país.
Mañana seguiré hacia Bariloche. Lo único que me jode es mover el equipaje. ¿Sería capaz de viajar sin nada?... Definitivamente no ¡Qué putada!
Se me olvidó comentar, hasta hoy, que el conejo en la luna no se ve igual en el sur, mira hacia abajo, aquí se ve mejor una cara, con gesto de enojo o de burla, y las orejas del conejo son como largas pestañas. Para Selene mi haiku de esta semana.
La luna llena
se burla reluciente
de cualquier pena.

domingo, 15 de junio de 2008

El Calafate, Perito Moreno, Los Antiguos. 2335 kms

¡Y eso sin contar los kilómetros que he hecho a pata! Es imposible que pueda calcular con precisión los kms que hago. Las semanas con muchos desplazamientos me cuesta incluso recordar qué días estuve en cada sitio y, lo mejor de todo, el domingo anterior me parece lejanísimo. Cuando era muy joven oía decir a los mayores que a partir de los 30 la vida te pasa muy deprisa, y siempre lo escuchaba de gente que desde esa edad habían hecho más o menos lo mismo. Debería parecernos que todo transcurre más lento en la monotonía, pero los cambios hacen que un acontecimiento con otro se recuerde lejano en el tiempo, y esa variedad hace que sintamos como si la vida avanzase más lentamente. Hace años hice un trabajo por España en el que durante un mes grabamos cada día en un municipio distinto; en la segunda semana ya confundíamos las localidades, los monumentos, los días, los nombres de los hoteles, los números de las habitaciones…, y al mes teníamos todos la sensación de llevar un año sin parar. Entonces imaginé lo que debió sentir Elcano tras sus 3 años de travesía. Pienso que 20 años de cárcel parecerán más cortos que ese mismo tiempo dando vueltas al planeta.
Ahora me viene bien recordar: El último “aporte” lo hice en Ushuaia, la noche del viernes al sábado, mientras hacía tiempo para subirme al bus de las 5 a.m. ¡Qué viaje tan pesado! Para cruzar el estrecho hay que pasar por Chile, porque a ellos pertenece la parte más estrecha o más bien casi todo el estrecho, y porque ellos han invertido en un trasbordador (a pesar de que su lado de la isla no tiene turismo), y aunque el colectivo vaya de una ciudad argentina a otra del mismo país hay que hacer todos los trámites en las fronteras. Opino que bastaría con que los de emigración pasasen lista en cada puesto, sin que la gente se bajara del ómnibus, pero al chofer al que se lo comento le hace gracia, como si fuese una broma mía. El caso es que entre eso, el paso del estrecho, y que la carretera chilena de Tierra del Fuego es de ripio (cuando en el lado continental son muy buenas, pero al no tener turismo en la isla), un viaje de 600 kms se hace en más de 12 horas. Nosotros ese día en casi 14, porque nuestro chofer se salió en la de ripio y casi nos hizo volcar. Estuvimos más de una hora esperando a que pasara un camión potente que nos sacará de allí.
En la Terminal de Río Gallegos me saludan ya las de la limpieza, el domingo era mi tercera visita a ese recinto en un mes y me tocó esperar más de 3 horas (no podía imaginar que el colectivo de las 12 ya estaba lleno una hora antes de su salida). Así que llegué a El Calafate cuando anochecía. Allí conseguí el mejor alojamiento de este viaje en relación calidad precio, gracias a que hay mucha competencia y ahora es temporada baja. En el año 2003 El Calafate tenía unos 3 mil habitantes y ahora llega casi a los 20 mil, lo que (tras la construcción de un aeropuerto) da una idea del éxito que tiene en los últimos años experimentar de cerca el “Calentamiento global” y contribuir a él en todos los rincones del planeta. Miles de turistas van todos los años a ver el glaciar Perito Moreno (y algunos otros glaciares que hay al lado pero sobre todo éste) con la idea fatalista de que desaparece poco a poco, porque han visto en TV cómo se desmorona cada cierto tiempo, y porque siempre que hablan del cambio climático el (o la) periodista de turno recurre a esa imagen que es muy llamativa. Luego resulta que se desmorona por su propio y natural crecimiento, porque al extenderse corta la comunicación del canal que conecta esas dos partes del lago, y el agua, en su fluir necesario, va horadando un túnel y hace que el puente de hielo se acabe derrumbando por su peso. Al principio descarté ir a El Calafate porque pensé que me acabaría encabronando entre tanto turista, pero al final me uní al turisteo y lo disfruté como el que más. Lástima que cuando estaba en las pasarelas frente al glaciar se puso a llover a mares (a pesar del frío sigue sin ser nieve) y decidí que había visto ya hielo suficiente. Más aún cuando el día anterior a la visita al glaciar (¿qué fui? ¿el martes?) me acerqué a la mayor pista de hielo que he visto nunca (fue lo que más me atrajo del pueblo cuando me lo dijeron al llegar). Es una bahía del Lago Argentino, a la que llaman Redonda, que por su poca profundidad se congela en invierno. Apenas había patines en el alquiler provisional (el anterior se había incendiado) y los únicos que quedaban de mi número me hacían mucho daño, pero al menos pude darme unas vueltas durante media hora, y el miércoles me pasé otra vez y camine por el hielo durante casi dos horas. Al principio acojona un poco porque cruje, y a veces se resquebraja la capa superficial, pero es una sensación estupenda verte en esa dimensión de hielo liso (si amplían la foto se ven a dos patinadores lejísimos), con plantas y burbujas bajo tus pies, esquivando huellas del oleaje o piedras incrustadas… Divertidísimo, mejor aún que el glaciar, aunque eso es espectacular.
Como ya me han convencido de que es imposible circular en invierno por la Ruta 40, la que va cerca de los Andes, tuve que volver a Gallegos y, después de esperar otras 3 horas en la Terminal enlacé con un ómnibus que me llevó durante toda la noche hasta una de las poblaciones por donde pasa la 40, y que se llama Perito Moreno. Como el famoso “perito” murió olvidado y pobre ahora para compensarlo bautizan de todo con su nombre. En Perito Moreno sólo pensaba estar una noche, pero me habría sobrado esa también, porque allí tuve que alojarme en la habitación más cara del viaje en relación calidad precio, y porque es un pueblo sin ningún atractivo. Lo mejor fue esta “tintorería”. Hice la foto atraído por la construcción y al pasar delante vi que alguien me llamaba desde la ventana. Resultó que era una vieja y destartalada taberna, exclamé que entonces no sólo era tintorería sino también blancorería, los cinco parroquianos muy beodos celebraron mi ocurrencia y me invitaron a beber. Estuve a punto de aceptar un vino que me habría agujereado el estómago sin haber desayunado, y mal dormido del viaje. Conversé un rato y dije que a la tarde volvería, pero estaba tan cansado después de patearme el pueblo que me encerré y dormí temprano. A la mañana siguiente (esto fue ayer mismo) salí hasta Los Antiguos, pequeña población en la frontera con Chile, rodeado de montañas con nieve y al borde del lago Buenos Aires, el segundo más grande de América Latina. Ayer caminé hasta el lago y luego por su orilla hasta que se me hizo de noche. Volví agotado y hoy estoy por un estilo. Entre anoche y esta mañana he escrito este aporte. Todavía me falta ir al locutorio y meterlo en el blog, creo que después descansaré toda la tarde y mañana salgo de viaje con rumbo a la costa atlántica para seguir hacia el norte. Aquí, en Los Antiguos, como en Perito Moreno, soy el único extranjero de visita, y les sorprende mucho ver alguien de afuera en invierno y sobre todo solo. Sigue sin nevar, es lo que me importa ahora y a eso le dedico el haiku.
Venga invierno
No me cambies ahora
que somos viejos

sábado, 7 de junio de 2008

El cambio climático

Si es que somos mucha gente por todas partes. Allí donde vayas te acabas encontrando con un ser humano empeñado en sacarle algo al planeta. Cómo no va a cambiar el clima si nosotros mismos somos una acumulación exagerada de calorías. Pongamos como ejemplo esto que llaman el fin del mundo. Hace apenas cien años había poco más de 40 casas. Para llegar hasta acá había que estar muy necesitado, o ser muy aventurero, o ser un preso o un militar al que obligaban a venir. Porque esta ciudad empezó siendo una misión anglicana, luego enseguida una base militar para que no se metieran otros países, y a continuación un penal para ver si se poblaba un poco. Es decir, que la mayoría de sus habitantes venían obligados: por su dios, por su gobierno o por sus jueces. Y sólo unos pocos en aquel tiempo venían obligados por su ambición o por la miseria. El caso es que de turismo no venía nadie, porque hace cien años estaba muy lejos aún de ser la ciudad tropical en que se está convirtiendo ahora. De los primeros turistas que llegaron a Ushuaia se cuentan los pasajeros del Monte Cervantes, un trasatlántico alemán que en su primer crucero a Tierra del Fuego, en 1930, encalló en unas rocas del Canal del Beagle y quedó inservible para siempre. Cuando rescataron a los pasajeros y la tripulación, cerca de 1500 personas, no tenían dónde meterlos porque en Ushuaia sólo había 800 habitantes, y de esos, casi la mitad, vivían presos en la cárcel de reincidentes. En cambio ahora despegan y aterrizan todos los días varios aviones, y entran y salen varios autobuses. Por ejemplo, todos los días salen 2 autobuses (a las 5 y 5´30 a.m.) con dirección a Río Gallegos. Esos dos en concreto lo sé bastante bien, incluso con horario y todo, porque precisamente ahora mismo estoy haciendo tiempo para marcharme en uno de ellos. Puesto que nunca consigo dormir antes de la 1 a.m. (que más bien suele llegar a las 2) es tontería que me acueste. Hice el equipaje temprano y ahora hago tiempo en el salón de La Posada hasta que salga en busca del bus. Mientras, afuera llueve cuando tendría que nevar, y yo escribo esta pequeña nota correspondiente al “aporte” semanal, porque seguramente los dos próximos días esté de viaje y no podré ponerme a escribir. (Esto del aporte es como lo ha llamado, en un correo suyo que he recibido hoy, el alemán que conocí aquí hace un par de semanas, y me ha encantado, nada de palabras raras, no hay como un extranjero para encontrar la expresión más limpia de un idioma, lo que escribimos todos en éste o en cualquier blog es un “aporte”).
Cuando estaba en Punta Arenas leí que el gobierno local aconsejaba, en primavera, no exponerse al sol durante el mediodía, pues el agujero de la capa de ozono que tienen sobre sus cabezas es perjudicial para la piel y los ojos. Lo comenté con alguien de allí que me respondió un poco ofendido (como quien rechaza cualquier crítica de su pueblo) que el agujero se movía por todas partes y no era propiedad de ellos. No le intenté explicar nada porque yo tampoco sé gran cosa del tema, pero sí he oído que lo de la capa de ozono afecta sobre todo en los territorios antárticos. Lo curioso es que en Chile vi varias informaciones relacionadas con este problema y en Argentina no he leído nada, aunque supongo que Ushuaia está un poco más cerca del centro del agujero que Punta Arenas. De lo que sí se habla en Ushuaia es del cambio climático, he oído decir que desde hace años nieva cada vez menos, lo mismo que oigo decir en España y Andorra desde hace años (incluso yo lo digo). Desde luego con lo de aquí estoy sorprendido y, por qué no decirlo, decepcionado. Antes de venir pensaba que en esta latitud del sur comenzarían las nevadas a finales de abril, luego me dijeron que más bien era a finales de mayo, y ahora resulta que ya en junio se pone a llover. Si han caído tres buenas nevadas en el último mes y medio, no me explico por qué ahora se pone a llover y no hace ni siquiera frío. El asunto es que me hacía ilusión esquiar en el fin del mundo y por eso esperaba y esperaba, pero aunque se supone que ya no me faltarían más de dos semanas de espera ha llegado un momento en el que estoy harto de no hacer nada y quiero irme. Antes, si no salía de paseo, hacía muchas otras cosas en la computadora, pero ahora, que no tengo ese ánimo, lo único que hago es leer, y eso también me gusta hacerlo en los autobuses mientras avanzo. Además, he decidido moverme por sensaciones y ahora tengo la sensación de que debo irme. Lo peor es que, como ya digo, al final me voy un poco decepcionado (aunque sólo por el clima porque sigo reconociendo que la ciudad está en un sitio espectacular). Había leído que el clima de Ushuaia en invierno es similar al de Moscú, pero estoy seguro que en la capital rusa no se pone a llover cuando apenas faltan 14 días para el comienzo oficial del invierno. ¿O ahora sí? Porque cuando yo era pequeño…
Resulta que esto del cambio climático ha comenzado a desarrollarse con fuerza en el espacio antártico, lo que significa que tiene su “principio en el fin del mundo” y a la vez podemos decir que es “el principio del fin del mundo”… Vuelvo a las andadas. Chau.
¡Ah! Un haiku…
El cielo ruge,
son los sueños que roncan
dioses dormidos.

lunes, 2 de junio de 2008

Principios

¿Detrás de cada fin hay un principio? ¿Cada principio tiene un fin? Se pueden enarbolar principios sin tener claro un fin, así como perseguir un fin sin tener principios… ¡Cuántos juegos de palabras se pueden combinar con esas dos!
Esta semana estuve en Tolhuin, pequeño pueblo en el centro de la isla. Fui con idea de intentar un humilde reportaje, pero sin ganas. Ya traía elegido ese pueblo, incluso antes de emprender este viaje, por ubicación en el plano, y al final no quise hacer nada. Un día allí varado me llevó a pensar muchas cosas. Había sabido en Ushuaia que el personaje más famoso del pueblo es el panadero, y quiero que sea mi primer contacto. Llamo, no está, hablo con su hija, le pregunto si conoce algún hospedaje abierto, dice que no me preocupe. Salgo el lunes con todo mi equipaje, apenas ha parado de nevar en toda la mañana. Los transportes que hacen la ruta interior de Tierra del Fuego paran todos en esa panadería, no necesito buscarla. El panadero, Emilio, se ha marchado y no vuelve hasta el miércoles. La hija me lleva con un coche de reparto a una casa propia que me prestan por unos días. Dejo las cosas y vuelvo con ella. La panadería tiene un salón de buen tamaño con mesas y sillas, una zona con máquinas de bebidas calientes, otra con refrescos, un largo mostrador con expositores abajo, gran variedad de facturas (lo que en otros países hispanos llaman bollos o pan dulce acá son facturas) también chocolates artesanales, y pan desde luego. Hay una pared con cabinas telefónicas y un pequeño mostrador con loterías u otros juegos. En medio de todo un par de puestos para Internet, con contadores de moneda, cada peso te da 15 minutos. En las paredes, en todas ellas y sin dejar ni un hueco, hay fotos del panadero con todo gente conocida, algunos famosos a nivel nacional que alguna vez pasaron por allí, otros son amigos de la zona. Fotos de buen tamaño, para que se vean bien desde lejos, las hay como póster. En el rincón principal hay un espacio dedicado en homenaje a René Favaloro. (Quien no lo conozca merece la pena que busque su biografía, quedó el segundo en el concurso televisivo para elegir los argentinos más insignes, después de San Martín y por encima de Fangio). Fue el primero del mundo en hacer un bypass aorto coronario, renunció al éxito en Estados Unidos por volver a su patria, montó una Fundación para ayudar a los más necesitados, se fue a la quiebra por falta de ayudas y acabó pegándose un tiro en señal de protesta y hartazgo, precisamente en su corazón, el órgano que mejor conocía. Hoy mismo, cuando abro una web para leer su carta testamento, encuentro una mínima introducción que empieza: “En un país que oscila de la frivolidad a la tragedia,” y pienso que esa es la frase que mejor describe este rincón de la panadería de Emilio, hijo de malagueños que emigraron a Mar del Plata, y él, después de vivir un tiempo en Málaga, decidió a su vez emigrar a Tierra del Fuego. Ese lunes paso allí la tarde, mientras afuera nieva a intervalos. Ya de noche, pero aún temprano, voy a la casa que me han prestado. Llego con frío, la casa no ha llegado a calentarse y prefiero leer en la cama. Me duermo temprano, despierto a medianoche y no me vuelvo a dormir hasta que amanece. Afuera nieva y nieva, por la mañana hay una buena capa, a mí sólo me abrigan las mantas. Permanezco en la cama leyendo hasta que el hambre me puede. Voy a la panadería, como empanadas, leo y pienso, y pienso, y pienso… En Emilio y sus fotos, en Favaloro y su suicidio. El suicidio…, tan desprestigiado y desconocido. ¡Hay tantas razones que pueden llevar a él! Salvo cuando se trata de enfermedades mentales, en muchos otros casos puede ser una elección inteligente, un acto de libertad, o de protesta. Incluso, a partir de cierta edad, ¿por qué no tener la opción de elegir el día? Un dios comprensivo entendería muchos casos. Favaloro, en su carta de despedida, dice: “recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.” Pero depende de la edad a la que se pierden todas las esperanzas, Kurt Cobain tenía 27, Yukio Mishima 45… Que nadie se asuste, de momento por mi parte sólo contemplo principios. Pero este martes mientras veo nevar, varado en la panadería de un lugar en el fin del mundo, tengo más tiempo aún de pensar en muchas cosas. En la fragilidad, en la frivolidad, en la tragedia, en la esperanza…, somos un compuesto de todo eso en diferentes dosis. La soledad es necesaria para encontrarse uno a si mismo, pero depende de lo que encuentre será o no positiva. Cuando tenía 30 años hice un largo viaje como éste por México, en aquella ocasión buscaba también establecer mis respectivas dosis y reajustar algunas, incluso recurrí a la ingestión de ciertas plantas para obtener ayuda. Ahora busco reajustar los últimos 22 años y procuro dejar el tabaco sin engordar demasiado. Es otra edad y otros ajustes, en algo diferente pero en muchos sentidos igual, entonces buscaba qué quería hacer y tuve mucho más claro lo que no quería hacer…, ahora me pasa lo mismo. Pienso que en cuanto deje de buscarme correré el riesgo de perderme. Al otro día, cuando al fin conozco al panadero y converso con él, y puedo intuir que sus contradicciones no son distintas a las mías, a las del país, a las del mundo…., que todos oscilamos entre la frivolidad y la tragedia, que hasta el suicidio puede ser fútil cuando parece un reproche, en ese momento ha operado ya en mí un importante cambio, tengo otra vez claro lo que no quiero hacer, y eso, en algunos casos, me deja claro lo que debo hacer: seguir, traspasar el fin para encontrarme al otro lado con el principio...
Una vez escrito ésto decido no colgarlo en el blog, intento otra cosa sin fuerzas, pero después me digo que una página personal ha de estar compuesta por esas contradicciones íntimas de quien escribe. Hay semanas que me cuesta escribir, y entonces pienso que debería liberarme también de esta obligación autoimpuesta. Esto de jugar a la vida es algo que a veces duele, dice una canción mexicana. Hoy me parece como una rayuela inacabable pintada sobre hielo y piedra, pero mientras juego canto mi haiku de esta semana.
Senda del ripio
Vuelve a buscar un fin
en el principio