domingo, 30 de marzo de 2008

Camarones y pingüinos

El lunes pasado también fue fiesta en Argentina. Se conmemoraba (es diferente celebrar que conmemorar) los 32 años del golpe militar que derrocó a Isabelita Perón. Eso no quiere decir que lo añoren, aunque algunos sí, lo llaman el Día de la Memoria y se recuerda para que no vuelva a ocurrir. Aun así resulta curioso, es como si en España, con eso de recuperar la memoria histórica, se hiciese festivo el 18 de julio, o el 20 de noviembre. Mi propuesta sería, en lo particular, que se hiciese festivo el 23 de febrero, con el nombre: Día del Susto Nacional, por ejemplo.
(Para que los extranjeros, los desmemoriados o los más jóvenes comprendan de qué hablo recordaré tales fechas: 18/7/1936=alzamiento militar, Guerra Civil -éste ya fue día festivo durante 37 años-. 20/11/1936-1975=muertes del fundador de Falange y del dictador. 23/2/1981 asalto de guardias civiles al Congreso)
Continúo un poco con la política para dar pie a comentarios argentinos. El tema de la semana en el país ha sido el paro de agricultores, enfrentados con los camioneros. Aquí no hay sindicatos generales, sólo sectoriales, y el gobierno animó al sindicato de camioneros, afectados directamente por la huelga, para que hiciesen frente a los del campo. Ambos sectores bloquearon las rutas, ralentizaron el tránsito y llegaron a darse de palos. El problema es el aumento de impuestos a los productores de soja, pues el país se enfrenta a la “sojización” del campo, la producción mejor pagada con diferencia. Bueno, quien quiera más datos que lea la prensa. Mi observación personal es que acá, incluso quienes se dicen apolíticos, se calientan cuando hablan de política, y aun desde la desilusión tienen siempre opiniones radicales. En uno de los debates caseros a los que he asistido se decía que este paro será el final de los Kirchner, alguien preguntó qué vendría después y la respuesta fue que algo peor aún seguro. Y bien, gracias a que casi se desarmó al ejército para impedir que se levantara más, no parece que vayan a renovarse de fecha en un futuro las conmemoraciones al “último golpe”.
Toda esta bronca nacional no afectó en nada la tranquilidad de Camarones. Aquí si no llega la carne se come pescado y punto. Aunque sólo si no hay más remedio. El otro día, la dueña del hotel le preguntó a un marinero si quería comer pescado y él exclamó: ¿Por qué? ¡Si ya se terminó la Semana Santa!
Por aquí el pescado sólo forma parte de la dieta diaria de los pingüinos, que hay muchos en la zona. A 26 kms al sur de Camarones hay una pingüinera (ayer estuve allí y el lunes volveré para entrevistar al guardafauna) donde tienen contabilizados unos 45.000 ejemplares. A 200 kms al norte está la más grande del continente y la más visitada por los turistas. En esa llegan a censar hasta casi el medio millón de pingüinos, pero como me dijo un viejo al que entrevisté: “Una vez que ves 50.000 para qué querés ver un millón”. En el recorrido hacia allá no dejas de ver guanacos (que son como llamas sin domesticar) y maras, (como liebres mucho más grandes). El paisaje espectacular, con montañitas, caletas, acantilados, rías…, incluso algunos pequeños oasis con árboles y todo.
Finalmente, en todos los lugares del planeta se encuentran paisajes que se parecen entre sí. La prueba está en la foto que encabeza este blog, hay quienes llegaron a pensar que era ya la Patagonia, y colaría si dijese que es Indochina o Dinamarca; pues no, es el norte de Tenerife. Soy un buen admirador de bellos paisajes, suelo encontrarme a mí mismo en ellos, pero todavía me interesa más cada persona individualmente, y yo viajé hasta acá para “argentinizarme un poco”. A veces he dicho, parafraseando a Serrat, que soy un latinoamericano nacido en Madrid, pero no deja de ser un retruécano. A estas alturas, el único arraigo terrenal que me queda es por el planeta en sí, que espero resista siempre nuestro afán destructivo, y lo demás son las personas a quienes quieres, que inevitablemente, sobre todo cuando has viajado mucho, sólo pueden estar juntas en la memoria.
Es posible que me quede en Camarones dos semanas más. No tengo prisa, ni quiero recorrerme el continente, ni ver todos los paisajes. Me faltan cosas por hacer y me siento bien recibido. Frente a mi mesa de trabajo tengo un ventanal, unos árboles y detrás el mar. Desde la cama veo la luna y el amanecer. El hotel es familiar y me lo paso muy bien de charla con ellos y los huéspedes fijos. ¿Qué más puedo pedir?
No contaré nada específico de Camarones hasta que no termine el reportaje. Entre tanto me enrollo con cualquier cosa, aun a riesgo de que muchos se aburran con mis disertaciones y deserten del blog. Además, esta semana me han faltado los comentarios de Silvi, aunque se ha incorporado otra argentina (bienvenida Marta, por fin te ubiqué) y Silvina esta vez le ha pasado la pelota a Hernán. Por cierto, colega, miré “Intrusos” para ver si contaban algo de la pareja del hotel, pero no debían ser famosos. Si llego a pensar en el interés que provocó mi cotilleo les hago una entrevista. Y un mensaje para los colaboradores de este blog (que animo a que lo sean todos) dejen sus comentarios en el último post escrito, porque los demás no saben que hay nuevos mensajes en los anteriores.
He decidido poner las fotos en el tamaño más pequeño porque no son más que un complemento a lo que escribo. Ni siquiera cuelgo las más bonitas, sólo las explicativas. Si hablo de San Martín coloco su estatua en Camarones (en toda localidad argentina hay una) y si menciono la oficina de información turística meto la casita donde está. Soy así de… ¿obvio? Si quieren verlas mejor cliken encima de ellas, que se hacen grandotas.

sábado, 22 de marzo de 2008

Camarones

Ya suponía que esta semana sería complicada para mis propósitos. Los primeros dos días localicé a gente que me interesa entrevistar, pero quien no se va le vienen. Así que decidí tomarme yo también unas vacaciones. ¿Qué pasa? ¿A qué vienen esas sonrisas burlonas? ¿Es que viajar no cansa?
Esta semana me he movido tan poco que un par de días no he llegado a salir del hotel. Debo aclarar que me ha echado para atrás el viento. Dicen que es la principal característica del clima patagónico, pero también me han dicho que en esta época no es normal que sople todos los días y con tanta intensidad. También es mala suerte que me lloviese casi todos los días que estuve en Bs As, según decían nada normal. Si es que arrastro yo el mal tiempo, no quiero pensar el invierno que me espera más al sur. Lo curioso es que este viento feroz, que ruge o grita según donde lo escuches, se calmaba siempre durante unas pocas horas de la tarde, como si se fuese a echar la siesta. También ha traído lluvias torrenciales, de las que duran poco pero dan miedo, y cada noche es algo más fresca.
La verdad es que en este hotel (modesto y centenario) me siento muy cómodo. He comenzado a tener largas conversaciones con el hijo de la propietaria y con un huésped permanente que lleva la logística de barcos pesqueros. Les pregunto y aprendo cosas. Es un hospedaje tan apacible como el pueblo, aunque una noche me tocó aguantar un broncón. No llegué a ver las caras de la pareja protagonista, que ocupaba la habitación de al lado. A la hora de la siesta hicieron el amor con ayes de placer, y a la medianoche lo deshicieron con gritos de ira. A cada uno se le escuchaba bien una única frase, ella repetía entre llantos: “hijo de puta”, y él sólo clamaba: “pues dejame, dejame ya” (pronúnciese sin acento esdrújulo). Y eso es lo que ella hizo al día siguiente, marcharse, creo que sola. Las dos horas de bronca que estuve en vela me sirvió para recordar, con ejemplos propios, lo contradictorio e inestable que es a menudo el amor.
(La casita blanca del centro es el hotel donde estoy. Y lo que se ve en la foto anterior es el muelle desde donde hice esta foto)
Sé que debería contar cosas de Camarones, pero como pienso estar más tiempo ya lo haré. De momento prefiero apoyarme una vez más en los comentarios de Silvina. (Por cierto, fue Hernán quien me recomendó venir aquí. Gracias colega)
Dices que las nuevas razas de perros es otro invento argentino, pero realmente aquí hay tanta mezcla que podríamos considerar a ustedes mismos una raza aparte. Si bien es raro quien no conozca los dispares orígenes de abuelos o bisabuelos. Te pueden decir que tenían un abuelo gallego y el otro polaco, una abuela calabresa y la otra guaraní. Aquí toda mezcla es posible, así puedes ver en una misma familia rostros pálidos y pieles renegridas. De ahí el viejo chiste: los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. No me extraña que no les importe hacer lo mismo con los perros.
Conocía desde hace tiempo la animadversión entre chilenos y argentinos. Estos culpan a los otros de haber querido robar siempre partes de su territorio, sobre todo en Patagonia. Hoy mismo me decía un chubutense que los chilenos son hermanos latinoamericanos, pero un hermano traidor, pues gracias a San Martín (padre, como Bolivar, de una familia mal avenida) consiguieron su independencia, y luego no han pensado más que en robarles. ¡Pobres chilenos, qué cerca del mar les quedaron los Andes! Supongo que los argentinos hicieron bien en no dejarse robar ni un palmo más de la Patagonia, así los polirateros de turno han podido enriquecerse más y mejor vendiéndosela parcelada a europeos y norteamericanos. Los pueblos, como el amor, están llenos de contradicciones.
También con los chilenos está el problema del idioma, les recriminan que no se les entienda nada cuando hablan. Al cabo va a resultar que lo del idioma común no es más que otra confusión. Como tú dices, de estar por acá conseguiré hablar en perfecto español. Y sí, en ello estoy desde hace muchos años aunque sea un reto desmesurado, pues hablar en perfecto español sería, para mí, comprender todos los modismos que se conozcan de mi idioma.
¡Ah! Se me olvidaba. No conozco ningún otro lugar con 1200 habitantes y sólo 2 hoteles donde haya una oficina de turismo que, además, cierra a las 8 de la tarde. Incluso se ven pocos turistas en plena Semana Santa. Quieren promocionar el pueblo y han empezado por ahí, luego ya se verá cuándo hay dinero para arreglar las vías de acceso.
Por favor, Silvina, no dejes de meter tus sabrosos comentarios, ya ves que dan mucho juego, incluso a Bea. Como ella dice, esto parece un folletín por entregas, pero hay entregas que no hacen avanzar la historia porque son sólo de transición, como esta semana.
(Estaba retratando este horroroso monumento que representa a un gran salmón, con un letrero detrás que dice: Capital Nacional del Salmón, cuando apareció este grupo, se treparon encima y me pidieron una foto. A nadie le importa que lo pisoteen porque todos saben que salió demasiado caro para lo que es)
Me dicen, y he visto, que las fotos se ven oscuras, aunque en el original están bien. No las haré todas cortas para que aquí se vean mejor. Si alguien sabe cómo resolverlo que me lo cuente, pero tampoco tiene mayor importancia.

domingo, 16 de marzo de 2008

Puerto Madryn, Trelew, Gaiman, Camarones. 1716 kms


Llegué el lunes pasado a la estación del tren. Había dejado la habitación del hotel porque no iba a esperar por la huelga de “señaleros”. Encima que me desaconsejaban viajar en tren, no iba a insistir de necio. En la boletería me dijeron que no sabrían nada hasta dos o tres horas antes de la salida. Así que lo descarté por fin. Salí en ómnibus a las 15:00 con destino Puerto Madryn, 1369 kilómetros, unas 18 horas seguidas, sólo una parada para dejar pasajeros. No se me hizo largo. La noche anterior estaba más nervioso que cuando volé para venir, y apenas dormí. En cuanto el ómnibus comenzó a atravesar kilómetros iguales de pampa húmeda, me quedé como un tronco hasta que anocheció, sobre un sillón comodísimo que se reclina hasta casi la horizontalidad. Una azafata nos trajo de cenar, después me concentré en la ruta, como si condujese, pues había sacado la plaza que coincide justo encima del conductor (en el Imperial, que se le decía antiguamente a la parte de arriba). Sobre la 1:00 bajé a la cabina del conductor (sólo allí dejaban fumar) y, mientras charlaba con él, me fumé dos casi seguidos para aprovechar. Después, dormí hasta el alba.
Puerto Madryn es una ciudad turística todo el año. El punto de partida para visitar la península de Valdés, un lugar con “animalitos” de varias especies marinas y terrestres. En invierno salen a fotografiar ballenas. Hay gente que viene desde muy lejos para ver toda esa fauna. A mí no me sedujo nada. Verme apiñado con un grupo de turistas en una furgonetita que trota casi 400 kms de rutas pedregosas. Paran en un sitio donde hay unos animales, los turistas bajan, hacen sus fotos y suben. Siguen, bajan, fotos, suben. Prefiero verlo en un documental de National Geographic. Huyo de los sitios con turismo, me empeño en mantener la diferencia, lo que me gusta es ser viajero.
Lo más simpático de Puerto Madryn es esta horrorosa escultura de Don Quijote y Sancho. Les acompañan dos perros y me cuentan que, durante una época, los jóvenes lugareños saltaban la pequeña verja y los sacaban a pasear por la ciudad. Los perros aparecían cada mañana en un lugar distinto, en un jardín, una plaza o un monumento. Hasta que los fijaron, entonces comenzó el destrozo de todas las figuras, que parecen de nacimiento cutre. El material es tan malo que a Sancho le falta toda la cabeza. Como añadieron al contármelo: Don Quijote no pertenece directamente a la cultura argentina, pero ya que decidieron hacerle un monumento…, que no fuese tan malo. (Lo mismo se piensa del que pusieron en Buenos Aires, que a mí me parece un borracho de cómic. Puse la foto anteriormente, porque en ese sitio me parecía apropiado y no se juntaba con esta otra foto).
El miércoles me quedé en Madryn para descansar de las dos noches anteriores y preparar lo siguiente. El jueves viajé a Trelew (67 kms.), una ciudad más grande y menos turística. No hay nada especial que ver, sólo es el centro neurálgico para dos excursiones: A la pingüinera más grande entre las continentales, y a un pueblo de origen galés. También es confluencia de rutas, y el único punto desde el que podía viajar en colectivo hasta el primer destino en mi descenso al sur: Camarones.
Hacia calor en la Patagonia y tenía pocas horas para excursionar, así que elegí la del pueblo galés: Gaiman (15 kms.) Todos los pueblos de este entorno son de origen galés, de ahí sus nombres. En el último cuarto del siglo XIX, el gobierno argentino decidió donar tierras a los galeses que quisiesen poblar esta zona ganada a los indios, antes de que lo hiciesen los chilenos, que intentaban colonizar la Patagonia para ampliar sus fronteras con salida al Atlántico. Gaiman es el único que conserva unos cuantos edificios de la época, y procuran sacarle provecho a lo que les queda de sus raíces. Con tenacidad: llegué a ver un cartel que anunciaba clases de galés a la población. Hay varios salones de té, al estilo de una casa rica en Gales. Tienen a orgullo que en uno de ellos estuvo nada menos que Lady Di. No sé, venir desde tan lejos sólo para tomar un té importado de su país. Lo mismo pensaba que iba a sentirse como en un Gales patagónico, pero aparte de algunas casitas y del té importado, todo lo demás se parece mucho a la Argentina.
Patagonia es una gran estepa recubierta de arbustos que no superan el metro de altura. Si ves a lo lejos un bulto que sobresale no es una roca, las piedras más grandes no superan el tamaño de una pelota de tenis, sólo puede ser un borrego o un guanaco, que de lejos se les ve inmóviles mientras pastan. También está la liebre de Patagonia, que no sobresale a lo lejos aunque casi es tan grande como una oveja y se parece a un canguro. Todos estos animales se ven a menudo desde la carretera. Como el colectivo no se detiene para que el pasaje haga fotos, aún no he conseguido ninguna con animalitos.
Lo mejor de Trelew, que en galés significa “Pueblo de Luis” porque lo fundó un tal Lewis Jones (primo hermano de Paco), es el hotel donde dormí esa noche. Se llama Touring Club, antiguamente era de los mejores, y hoy de los más baratos. Aunque ha sido reformado, pobretonamente, conserva el encanto de su pasado. Tienen un folletito con su historia, aseguran que allí se hospedaron Butch Cassidy & Sundance Kid (aquellos asaltantes que interpretaron Newman y Redford) cuando emigraron a Patagonia para robar con más impunidad. Y que también se hospedó Saint Exupéry (que además de imaginar al Principito pilotaba un avión correo por esta zona).
No está mal Trelew para no tener nada especial.
El viernes a las 8:00 AM salí en dirección Camarones. 250 kms más. 4 horas en un colectivo bastante viejo. Sólo hay 2 hoteles y unas cabañas. Me instalé en el más barato, aún así no tanto, pero es familiar y me siento cómodo. Ya me avisaron que según avance hacia el sur saldrá todo más caro que en el resto del país. Aquí pretendo estar dos semanas, o tres, porque esta próxima es Semana Santa y complica mis propósitos. Pretendo hacer un reportaje, si la gente se deja entrevistar. Durante el viaje me informé de algunas cosas, como que ¡aquí también! hay una oficina de turismo. Lo quieren promocionar. Una vez instalado fui a informarme. Conversé un rato con dos señoras y de allí fui al ayuntamiento (que aquí se llama intendencia.) Me entrevisté con la concejala de turismo, que me dio un listado con nombres y teléfonos de quienes debería entrevistar, y los alrededores más interesantes para grabar. Hizo bien su trabajo, sólo falta saber si la gente se dejará entrevistar frente a una cámara manejada por un tío solo. Ya veremos.
He pasado toda la tarde metido en la habitación. Me he visto una peli en el portátil y luego he redactado estos dos últimos capítulos. Ahora llueve furiosamente y el viento sopla con fuerza, aunque sigue sin hacer frío. Me asomo a una terraza para ver la tormenta sobre el pequeño muelle de pesca. Es un lugar con encanto. El próximo artículo del blog será sobre Camarones.

Recuerdos de Buenos Aires

El segundo día de llegar a Buenos Aires (lunes) vi a una chica que llevaba a su alrededor una piña de perros. Caminaba por una estrecha vereda (acera) y todos los perros iban arremolinados junto a ella. Me dije: mira qué amor a los perros y qué bien educaditos los tiene. Después vi a un joven en circunstancias parecidas, y supuse que no podía haber muchos porteños que tuviesen ganas y recursos de alimentar a tanto perro. Pasados unos días, de encontrarme otras obedientes jaurías alrededor de alguien con (invariablemente) los auriculares puestos, pregunté, y supe, que es un trabajo para las mañanas. ¿No sé si en Madrid hay alguien que ofrezca este servicio? ¡Es estupendo! Los sacan a cagar (con perdón), pasean (al trote) y aprenden a convivir con otros vecinos de su especie. Si no existe todavía en las capitales españolas (no lo sé seguro porque, como sabéis, yo en cambio allá me movía muy poco) supongo que algún argentino habrá ya intentándolo.
No se aprecia en la foto pero este chico lleva el pelo (muy rubio, por cierto) con una coleta bastante larga. Pues, que lo sepáis, aquí hay muchísimos con el pelo así, sobre todo en los que van de los 30 a los 40. Algunos se hacen un moñito que anudan con los dos extremos. No te cortes Hernán.
Y tú, Silvina, tampoco te cortes nunca con tus comentarios. Esperaré que haya siempre uno cada vez que yo añada algo. Ambos nos hacemos recordar lo bueno, y recordar es bueno porque aminora distancias. Me gusta mucho que escriban comentarios, me siento apoyado, y próximo a la gente que quiero. Pero lo que más me gustaría, como viene a decir Babs, es que les picara el gusanillo por venir, no sólo a este país, sino a esta “única” otra parte del mundo (tan diferente y semejante del nuestro) con quienes nos une una historia (tan a menudo familiar) y sobre todo una lengua (viperina).
No me ha costado nada eliminar de mi vocabulario la palabra “coger” (acá = follar), de hecho me llevó años reincorporarla cuando volví de México y rarísima vez la escribo. Tampoco me ha costado transformar la segunda persona del plural y decirles ustedes; también estaba en la memoria y me entrené un mes en Tenerife. Aún así, como es lógico, me hablo casi todo el tiempo en madrileño, y algunas veces se me olvida que estoy lejos de allí. Todavía les pregunto por el autobús y me miran desconcertados, o les pido un refresco y sonríen. Pero pronto recuerdo que son “colectivos y gaseosas”. En realidad tengo más problemas en entenderlos que en hacerme entender (normal, hasta los ingleses lo consiguen). Baste recordar lo que conté de las “vishas”. Y a menudo me trago la deformación profesional: Leo un párrafo publicitario, todo perfecto, con todos sus acentos. Leo “disfrutalo” paro y me digo: se les fue el esdrújulo. Continúo: “vivilo”. Me sonrío al recordar de golpe que estoy en Argentina.


Seguramente, Silvina, tú tengas anécdotas al respecto, y del lado contrario. Tus comentarios provocan los míos. Quiero contar algo de quien llamas el innombrable Charly. En Argentina, al gafe lo llaman mufa. Hubo un presidente (1989-1999) al que todo el país llegó a considerar mufa. Aquí esa fatalidad tiene aún mucho peso y se mantienen las tradiciones: A un mufa no se lo menciona nunca por su verdadero nombre, que trae mal fario. Desde entonces lo llaman: el turco, el de las patillas, Méndez, Charly o, simplemente, el innombrable.
Aquí van las fotos de “El Cuartito”. Se las envié sólo a ellos porque me pareció broma exclusiva para porteños; nada más le vi el interés de la añoranza. Ahora sí quiero que las vean todos, por si alguien no ha entendido la referencia de Silvia en su comentario. Les preguntaba (me preguntaba) si la foto del príncipe es porque ha sido cliente, o si es que uno de los dueños es “gallego” monárquico.
Y sí, ahora he comenzado el verdadero viaje. En Buenos Aires se han quedado muchas cosas por conocer y gentes con las que estar. Amigos con los que compartir defectos, gozosamente “asumibles” porque son herencias. Y que las virtudes se las trabaje cada cual como pueda, que en eso ya no somos de ningún sitio.

domingo, 9 de marzo de 2008

Hasta luego Buenos Aires

Hay quienes se han extrañado de mi visita a un lugar de flamenco cuando en España no fui nunca. Confieso haber escuchado más música argentina que andaluza, las letras me parecen más poéticas y comprometidas (y soy de letras), pero me pareció peculiar encontrarme con algo tan minoritario aquí, a los 5 días de llegar. Lo mejor de esa noche fue contactar con un marchoso instruido, de mi generación, con quien he pasado algunas tardes, hasta tarde. Él me ha llevado a un lugar muy auténtico. Se llama “El boliche de Roberto” (también lo conocen por Bulnes, que es la calle donde está), una pequeña taberna antigua (y vieja) llena de jóvenes de todas las tendencias, que escuchan con veneración, o acompañan siseando, los tangos que canta (casi recita) un hombre de setenta y tantos años largos, con la única ayuda de dos jóvenes guitarristas, que tocan arrinconados detrás de él porque allí no cabe más equipo. Creo que toda gran ciudad tiene su música propia, pero si pervive, hasta en lo universal, es porque la quiere una generación tras otra.
Podría decir que yo también bailé tango en las calles de San Telmo, pero es una farsa y una encerrona. Esa descarada mujer se me echó al cuello por detrás y a traición, cuando acababa de sacar una foto a una orquesta que tocaba tango, arrebató mi cámara con decisión aunque también con delicadeza, se la pasó a unas turistas que nos miraban y pidió que inmortalizaran aquel momento. Es como cuando asomas la cabeza detrás de un tablero donde hay pintado un avión. Seguidamente me sableó un billete y corrió a por el cuello de otro.
Comentaba que el Subte de acá es incluso más feo que el de otras ciudades. Hay una salvedad, este tren (todo de madera) que aún circula por una de las líneas y que consideran el más antiguo en activo de todo el continente. Emociona viajar en una antigüedad de museo. Si se ve vacío en la foto es porque la hice un domingo muy temprano y desde el comienzo de la línea; hace más viajes hasta los topes que así. También hay una línea (la más corta) con murales de azulejos segovianos en sus nueve estaciones, pero están en un entorno que lo hace viejo y no antiguo.
Se dice que ésta es la capital más europea de América, y en algunos sentidos podría ponerse por encima. No recuerdo haber visto en París tantas librerías y cafés antiguos. Y aquí se ven más edificios clásicos y señoriales de los que hubo nunca en Madrid. Pero en muchos edificios, y en algunos barrios, se percibe el abandono que asola toda Latinoamérica, donde los políticos han buscado enriquecerse sin reparar en el empobrecimiento de su entorno, y aceptan guerras o golpes de estado para beneficio exclusivo de los poderosos. Lo de Colombia es una vez más.
En cuanto a las librerías y los cafés, éste de la foto es una muestra admirable. Se llama El Ateneo, antiguo teatro Grand Splendid, de la década de los 20. Lo han convertido en una nutrida librería donde antes había butacas, y una cafetería donde antes estaba el escenario. Y sí, este sitio es de reforma reciente, pero sorprende la cantidad de cafés, repintados y limpios, que no han perdido sus décadas de solera.
Cuando puedas vente a Buenos Aires. Te lo dice uno que no se siente a gusto en las grandes ciudades (aunque naciera en el centro de una). Cuando vengas no te pierdas ir a Tigre, localidad del extrarradio frente a las isletas que forman el delta. Puedes dar un paseo en barco por los canales y admirar las casazas y casitas que motean este lugar paradisíaco. Ve también a Caminito, en La Boca, que aunque esté lleno de turistas también lo está de tipismo. Y al centro de San Telmo en domingo. Y ve a comer pizza en El Cuartito, y a ver… ¡Cómprate una guía!
En mi caso, traía unos contactos de antemano (familiares de mi cuñado, también porteño, y la amiga de unas amigas, que me llevó al flamenco), gracias a ellos (entrañables todos) he podido conocer otros aspectos de la ciudad y su gente, a los que no habría llegado nunca en dos semanas con sólo mis pies y una guía. Si no encontraras entre familiares y amigos algún contacto acá, no te preocupes: “si tú te abres el porteño te acoge”. En esta frase puede verse un segundo sentido de aspecto sexual, y está claro que si te abres en ese segundo sentido te “acogerán” aún mejor. Todos los hombres se dan un beso al encontrarse y despedirse, como harían con una mujer y a poco que se conozcan (lo cual me parece muy bien porque suelen molestarme las discriminaciones), pero desde que era joven no veía, tan multiplicado, el piropeo y el descaro con el que miran a las mujeres por la calle. Les gritan desde las bicis, los coches y hasta de los pisos altos. Obreros, taxistas, repartidores o jóvenes encorbatados. Como un atavismo al que no quisiesen renunciar desde ningún estrato social. Como si hiciesen tango por la calle y todo el día. Dicen los mismos porteños que todos tienen algo de italianos, franceses y españoles. Pienso (con perdón) que de los italianos tienen ese afán de seducir y cierta inclinación por la farsa y lo “trucho”. De los franceses su chovinismo; cuando hablan de este país se refieren a Capital Federal, o como mucho al Gran Buenos Aires, el resto es una finca enorme de donde vienen los cabecitas negras (como se llamaba antes a los morenos del campo) que emigran a la gran ciudad. Y de los españoles la falta de previsión, la improvisación de lo importante, el vivir siempre por encima de las posibilidades reales, a favor de la fiesta y la noche. Todo esto dicho con todo el cariño, sólo pretendía una observación.
Mañana lunes me iré. Hasta luego Buenos Aires…, algún día volveré (chan, chan). Todavía no sé si conseguiré irme en tren, el mismo lunes me dirán si se ha resuelto una amenaza de huelga de no sé quiénes. Estoy empeñado en el tren, aunque todos me lo desaconsejan, porque supongo que tendré más ocasiones de subir a esos “ómnibus” comodísimos, con asiento cama, y ésta será la única que tenga de hacer un trayecto largo en tren. Llego a Bahía Blanca, límite sur de la provincia de Buenos Aires (no confundir con GBA). Informan que se tarda 12 horas, pero hay quienes me dicen que se puede convertir en el doble (entre averías y huelgas). Aún así me parece una aventura más cómoda que las mismas horas en un autobús. Si al final me voy en el ómnibus con cama seguiré hasta Puerto Madryn, ¡ya puestos! 18 horas de viaje. No tengo prisa y no me importa, la mayor parte de las ideas y las actividades que prefiero las hago sentado.
¡Cómo me enrollo! Me embalo sin querer. Hasta la próxima semana. Si te atreves a seguir…,
(LADILLO) En mi afán por caminar y caminar me propuse llegar hasta las grúas y chimeneas del puerto nuevo, que a lo lejos divisaba. Llegué, pasé hasta donde me dejaron y salí con idea de volver por otro sitio. Todo en el entorno parecía normal. Avenidas con mucho tránsito, edificios modernos y gente en las calles. Me parecía todo tan normal, que en una de las avenidas di vuelta hacia una calle. Por aquello de callejear un poco. Entonces un hombre que cruzaba dicha “cashe” me llamó. Llevaba un traje humilde y un maletín de vendedor. Me preguntó: “¿Usted no es de por acá?” Preguntó sabiéndolo, apenas me dio tiempo a negar con un gesto. “No vasha por acá. Por ashá sí, pero por acá no, que hay vishas. Por esta cashe están las vishas”. La verdad es que, con el acento más porteño que había escuchado nunca, le había entendido decir claramente: bichas. Y al punto pensé que así llamarían en lunfardo a las prostitutas. Después lo pregunté: ¿A qué llamaban bichas? Así, recalcando bien la ch. Ante la incógnita conté lo sucedido. Y entonces, entre risas: “¡No! ¡Esos son las villas miseria! Esa es la villa 31.” Entonces recordé que había escuchado el nombre, y también la de veces que me han dicho que ande con cien ojos. Y bueno, los dos que me quedan ven bien de largo y no habría sido mucho lo que tuviese que correr. No imaginaba que una villa miseria estuviese tan metida en la ciudad.
Desde entonces he contado esta anécdota varias veces porque a los porteños les hace gracia.

sábado, 1 de marzo de 2008

Buenos Aires

Sólo me siento bien en las grandes urbes si estoy de visita, y ésta es de las que más me han gustado mientras no tuviese que vivir en ella. Comprendo que los bonaerenses estén orgullosos de ciudad tan hermosa. Hay muchos parques, amplias calles arboladas, grandes edificios de estilo francés. Si no sales del centro llegas a olvidar que estás en Latinoamérica. Una gran metrópolis, enorme diría. Empeñado en trasladarme a pie, apenas por los barrios céntricos, acabo los días agotado. Me he movido un poco en Subte (abreviatura igual que la de Metro) pero, además de ser más feo de lo habitual, como su propio nombre indica no se ve la superficie. El ómnibus, o colectivo, es complicado para un novato (no sabía ni cómo debía pagar) y suele ir tan lleno, y da tantos brincos, que al final resulta más agotador que caminar. Lo que si está bien es el taxi, para un europeo resulta tan barato que hasta hace ilusión pagarlo, de momento no me ha costado ni una vez más de 5 € al cambio. Hace un par de días anunciaron una subida del 20% y ya escuché quejas al respecto; normal, su coste actual equivale también aquí a una comida. Los capitalinos, por lo general, son divertidos, afables, educados. Buenos bebedores de cerveza: el primer día que pedí una para comer yo solo me plantaron delante una botella de 650 cl. Pregunté si no había más pequeña y me contestó que sí, pero que era una botellita que no alcanzaba para comer. Luego he descubierto que esas botellitas son de 1/3 (aquí las llaman porrón) pero las usan poco. Como esa primera botella, llamada de ¾ (aunque no llega a los 2/3,) me entró muy bien, desde entonces especifico que quiero esa medida (más que nada porque si te descuidas te sirven directamente la de 1 litro)
Ayer me hice este autorretrato. Lo interesante es lo que hay detrás de mi cabezota. Se divisa una gran bandera española y, a su lado, la cara de ZP. Por todo el centro de la ciudad hay pegados muchos carteles de su campaña. El otro día pasé delante de una mesita presidida por uno de esos carteles y un joven argentino se acercó para convencerme no sé de qué porque no sabía que era español. Le pregunté por qué el PSOE hacía tanta campaña en Capital Federal (no he visto ni uno del PP,) me respondió que lo apoyaban los socialistas argentinos y que los 200 mil votos que salen de aquí pueden ser fundamentales para ganar. Volvamos a la foto. El edificio del que cuelga la espectacular bandera (en España el PSOE no se atrevería a exhibirse con una tan grande) está en la esquina de Avda. 9 de Julio y Avda. de Mayo, que por hacer un símil con Madrid sería como Alcalá y Gran Vía, por lo que los porteños se habrán hartado de ver nuestra bandera y a nuestro presi. A mi izquierda se ve una salida del Subte, que demuestra la ubicación, y a mi derecha hay una fila de policías que se resguardan de la lluvia. Me llamó la atención que hubiese tantos juntos (razón por la que me hice otra foto hoy en el mismo sitio, a pesar de la lluvia, pues le daba al conjunto un aspecto peculiar,) poco después supe que aguardaban a una pequeña manifestación permitida. Al rato escuché música y me acerqué. Los manifestantes llevaban una banda de vientos y tambores que agregaban mucha marcha a la marcha. Les seguí, les grabé y me entretuve con unos discursos encendidísimos que insultaban al gobierno, e incluso animaban a la guerra de guerrillas, delante de esos policías de la foto y algunos más. A todo esto, yo iba con la camiseta que me regalaron mis compis de La Bati (pues quería retratarme con ella como me comprometí): bajo 4 retratos de los 3 hermanos Marx y de Carlitos con sus barbas dice: soy marxista. Los manifestantes me miraban, no supe descifrar si con simpatía por la declaración o con animadversión por la ironía.
Para terminar por hoy, y por varios días, una frase que demuestra el humor de los argentinos. La vi en un cartelito pintado a mano que colgaba en la trasera de una bici manejada por un viejito: Más vale un pie en el freno que los dos en el cajón.
NOTA: Estas notas las escribí ayer viernes con la intención de meterlas en la página esa misma tarde, pero no pude porque quedé con gente que he conocido aquí. Por la noche me llevaron a conocer a un cuadro flamenco (los cinco de aquí) que actúa en un restaurante divertido en uno de los barrios más marchosos de la ciudad (plaza San Telmo). Después me fui con algunos de ellos y otros a un local cercano montado por jóvenes gitanos españoles y argentinos, se llama "Lo de los Montoya" y el slogan de la entrada dice: "Flamenquito hasta la madrugá". Pasadas las tres, cuando sólo quedaban los colegas, asistí a un concierto en vivo de bulerías y otros palos que nos ofrecieron algunos de los dueños y otros amigos gitanos. Me gustó mucho la experiencia, aunque hoy no he conseguido aún quitarme el dolor de cabeza, y no soy capaz de calcular cuántas copas de vino me tomé. Por cierto, al alba regresé solo caminado hasta mi hotel y esta parte de la ciudad me pareció tan segura a esas horas como al mediodía.