martes, 16 de septiembre de 2008

En la mitad del mundo

Ecuador es uno de los países situados en la mitad del mundo (hay varios sitios y negocios que utilizan esta idea, como en Ushuaia lo hacen con el fin del mundo). Y quizás, de una forma retórica, se le podría considerar un país de mitades. Casi la mitad de la población es indígena, de origen quechua (aquí quichua), mientras que la otra mitad son casi todos mestizos (blancos y negros puros no alcanzan el 10%). Casi la mitad de la población vive en la sierra y la otra mitad en la costa (apenas un 4% se reparte entre la selva y las islas). Una mitad vive en zonas urbanas y la otra en las rurales… También en lo político están divididos en dos mitades más o menos. Una que apoya el socialismo radical del actual presidente, Rafael Correa, y otra que lo rechaza combativamente. Pregunto a representantes de las dos mitades, los que están en contra dicen que busca convertirse en un dictador (como Fidel o Chávez ponen de ejemplo) y que pretende llevar al país a la ruina moral (permitiendo el matrimonio homosexual por ejemplo) y la económica (con una confiscación de tipo comunista). Entre sus votantes habrá de todos los razonamientos, pero la expresión de uno me pareció generalizada: como poco hace que los oligarcas estén preocupados y dejen de creerse los dueños del país. La Iglesia oficial lanza desde los púlpitos rumores falsos contra el gobierno, y su declaración de guerra le ha quitado ya muchos votantes al socialismo en un país tan dominado por la fe ciega. Como me dijo uno de esos defraudados: nunca debió el presidente meterse contra los curas.
No he conocido la parte costera del país, pero los amantes de las playas dicen que las hay espectaculares. Para mi desgracia sólo consigo identificar bien dos tipos de playas: con y sin gente. Aunque las prefiero extensas y de arena para caminarlas mejor, finalmente me da igual porque acabo tirando siempre hacia donde hay rocas, y si no las encuentro me harto antes aún. Me gusta contemplar el mar, pero incluso para eso prefiero también desde un monte. La zona serrana (que así se llama también aquí) es hermosa, y variada según los valles, la altitud y las vertientes. Sería exagerado decir que hay diferencias entre un lado de la línea del ecuador y la otra, pero a mí sí me lo pareció, pues sentí bastante más fresco al norte del sur que al sur del norte. Cuando atravesaba esa línea ficticia me concentré en mí mismo, metafísicamente hablando, y quiero confesar que ni me sentí más equilibrado ni más ligero, aunque se diga que uno pierde en ese punto varias libras de peso por efecto de la gravedad. Tampoco me mareé al cambiar el sentido de la marcha; es decir, que uno puede pasar de una mitad del mundo a la otra sin notar nada en el cambio, tan sólo un cielo diferente, pero para identificarlo hay que conocer bien ese otro “territorio”.

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