viernes, 7 de noviembre de 2008

Portobelo, Panamá City, David, San José de Costa Rica

El miércoles 29 de octubre, pocas horas después de llegar a Portobelo, salgo en dirección a la ciudad de Colón para seguir lo antes posible a Panamá. Por muchas partes nos han dicho que Colón se ha convertido en la ciudad sin ley, que mejor no darse ni un paseo. Desde el bus que atraviesa la ciudad se ve el abandono de los edificios, la suciedad de las calles, la pobreza de mucha gente. Desde ahí arriba no parecen peligrosos, incluso predomina el ciudadano normal y sonriente, pero es lo que tiene ser extranjero en ciudades con mala reputación, que te acojonan enseguida. Parece claro que la ciudad se compone de unos barrios privilegiados que rodean un centro conflictivo. Llegamos al Terminal y tomamos el autobús que nos ofrecen según bajamos. Antes me he informado con un pasajero de los precios del tren turístico que hace la ruta del canal, y como suponía los precios son para turistas: 35 $ el tren vs. 3 $ del bus. Colón (cuyo nombre proviene de aquel don Cristóbal que pasó por aquí) es la segunda capital del país, y la del canal en la orilla atlántica, mientras que Panamá City es la capital del país y del canal en la vertiente pacífica. Aunque de pacífica parece que tiene ya poco, no ha llegado a la reputación de Colón pero no dejan de avisarte: “Por ahí no camine” “Por aquí no salga de noche”. A pleno sol pregunto en recepción cómo ir al casco viejo y me dicen directamente que mejor vaya y vuelva en taxi, pregunto que si está muy lejos y me responden que no, apenas 6 cuadras, pero que no me conviene ir caminando yo solo. Eso ya es suficiente para hartarme de Panamá City (así la suelen llamar, supongo que porque es también de los yanquis que se la han prestado a los panameños, como el canal). Pregunto si es interesante el casco viejo y ante la expresión decido marcharme de la ciudad esa misma noche. Aunque la tarde y noche anterior no salí apenas porque estaba muy cansado, esa mañana me quedo en la habitación hasta las 14:00 (hora del check out en este hotel) escribiendo lo del viaje en barco (aún por entonces se me mueve el piso, no es broma, hay un momento que llego a preguntarme si no es un temblor). Cuando salgo voy directamente al Terminal, dejo el equipaje, me quito el hambre con cualquier cosa y salgo en un bus a ver las esclusas del canal (por aquello de no perderme en directo el principal atractivo del país, aunque había visto recientemente un buen documental de cómo se hizo). Pido a un tipo que me avise de mi parada, se le olvida, o le da igual (lo digo porque la única gente simpática que encuentro es la que quiere sacarme dinero y dos taxistas ¡en todo el país!). Debo seguir hasta final de línea, regreso, me bajo en donde está el mirador más turístico, con guardia y cafetería, cierra a las 17:00 y son y 17. Salgo a la carretera, espero otro bus para volver a un mirador libre de paso y de pago. Llego casi de noche, hago unas fotos mientras como unos perritos callejeros, me quedo un rato sentado en unos bancos frente al canal, se hace noche cerrada pero hay gente cerca. Espero otro bus, ninguno me lleva de nuevo al Terminal, espero hasta que me voy en uno cualquiera que me deja al borde de una autopista, en un lugar desconocido, oscuro, y me dicen que debo cruzar al otro lado, por un paso elevado donde hay gente durmiendo bajo el techado que lo cubre. Cruzo bastante desconfiado. Al otro lado para en ese momento un bus, le pregunto si va al Terminal y tengo la suerte de oír que sí. Hago tiempo en un cyber, luego cenando, leyendo…, el bus sale a las 10:45, llegaré a David antes de que amanezca, sobre las 5 de la mañana. Me caigo de sueño.
David es la tercera capital, mucho más segura que las otras dos pero sin gracia ninguna, cerca de la frontera con Costa Rica pero lejos del canal y un poco del mar. Que se llame como mi hijo no me hace verla más bonita, ni siquiera singular, pero me siento cansado (aún se me mueve el piso) y encuentro un hotel cómodo y no caro (aunque Panamá lo es bastante más que Colombia y Venezuela y…) El caso es que me quedo dos noches. Pienso en quedarme todo el fin de semana, por no pasar fronteras en días de asueto, pero ¿qué hago dos días más en una ciudad donde no hay para donde pasear sin arriesgarte a pisar “zonas rojas”? (así llaman a las zonas inseguras). Lo único peculiar de David es que veo más casas de empeño de lo normal y varios hoteles con nombres españoles.
Salgo a las 8:00 del sábado 1 de noviembre en un autobús directo a San José de Costa Rica. Pero antes hay que parar en las fronteras. En la de Panamá intentamos ponernos a parte de la cola que hay, porque según nuestro conductor pasaríamos todos en grupo con una relación de nuestros datos que él ha hecho. Lo mismo hacen de otros buses y se arma tremenda bronca: varias colas o más bien ninguna, la gente se insulta, se empujan, la policía no aparece, se ven algunos polis lejos pero es posible que estén más a las “mordidas” que al trabajo. El ambiente se calienta más aún de lo natural del clima. Por fin llegan dos polis, intentan organizar aquello, la gente no hace caso y se acusan unos a otros. En un grupo de gringos hablan entre risas, pienso que se dicen algo así como: “mira, es por estos detalles que somos superiores”. Al fin hacemos una sola cola..., y una hora de cola. Por suerte hay nubes que tapan el sol a ratos. Los gringos aguantan cola y ya no les hace tanta gracia. Según consigue cada quien su visa panameña atraviesa los 200 metros de separación con la cola costarricense. Allí hacemos unas dos horas y se repiten acontecimientos: aglomeración frente a las ventanillas, la gente que se insulta y empuja, la policía que tarda en aparecer, los gringos que ríen… Mi vecino de cola piensa lo mismo que yo antes y lo expresa en voz alta: “estos gringos se ríen de nosotros, y luego lo cuentan en su país y se ríen más, y lo peor es que con razón, estos países nuestros no tienen solución”. En ambas fronteras se ha dado un ejemplo bochornoso, y esta palabra es muy apropiada si añadimos el calor que hace.
Había oído decir siempre que San José era una ciudad muy tranquila. Era…, parece ser que hasta hace no mucho tiempo. El primero que me pone alerta es el seguridad del Terminal, después el taxista, según dice han tomado la ciudad muchos narcotraficantes colombianos y muchos delincuentes nicaragüenses, que han extendido la droga y los asaltos. Me deja en un hotelito que asegura es de muy buena zona, cuando me dispongo a salir dicen que mejor a esas horas no salga por allí solo (las 21:00). Pido una hamburguesa a un “delivery” y ceno en el hotel. Pongo una cadena de tele nacional y me escandalizo, el informativo parece un programa local de sucesos y hasta los presentadores resaltan la nueva ola de violencia. A la mañana siguiente salgo muy temprano y me sorprende ver las calles tan vacías, hasta recordar que es domingo y que así es en las ciudades. Camino cuatro cuadras hasta Tica bus para informarme de los viajes a Managua, a continuación voy a un cajero, en la pantalla dice que está mi tarjeta vencida y busco la fecha de vencimiento por primera vez. ¡Horror! Se han vencido con el mes de octubre. Tengo el dinero justo para otra noche de hotel y dos comidas económicas, en Costa Rica que es el país más caro de cuantos he pisado en este viaje, o bien para el bus hasta Managua, las comidas y quizás una primera noche de hotel allí. La diferencia es que en Nicaragua me espera mi amigo Juancho (bueno, él está en este momento en España pero su mujer sí está allí y también me espera). A las 12:30 sale el último Tica bus a Managua. Visto lo visto en San José, y que ya estoy cansado de dar vueltas, decido irme ese mismo día. Doy un largo paseo por el centro de la ciudad sin encontrar nada especialmente atractivo. Lo más gracioso que me encuentro sucede mientras fotografío esta estatua callejera, la señora de anchas caderas que camina al fondo, con una niña de la mano, se para y dice sin sonreír siquiera: “mira, tú mamá” y sigue de largo. La llegada a Managua ya es otro capítulo. Ahora el haiku, que aún recuerda los días de barco en el Caribe.
Calma velero
Que ebrio de mar y sol
Te tambaleas

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué pesadilla! besos. Anais

Anónimo dijo...

Ten muchísimo cuidadito guapo.

Un besito muy fuerte.

Sarita.

Anónimo dijo...

Leo una linda colección de nuevas amistades femeninas. Que bueno!!!!!
Viajar es también esto.
El año pasado no dejé viajar a Panamá a Valentino, mi hijo de 8 años por estas razones que nos estás cotando.
Que bueno no lo permití. Aunque las fotos de sus playas deben se photoshopedas o algo por el estilo.
Cuidate. Divertite, pero cuidate.
Beso andino.RQL

Anónimo dijo...

Hola RQL, estas amistades que ves por aquí comenzamos a viajar con él mucho antes de que dejara España. No seguirle es imposible, y aquí estamos, recorriéndonos medio mundo amarradas a su mochila,o blog. Encantada de leerte a tí también, dices cosas muy bonitas.
Besos a todos Anais